San Juan: hogueras familiares en cada puerta. Viejos objetos coleccionados para la ocasión y acopiados desde todos los rincones que pese a ser queridos se quemaban junto a los recuerdos impregnados en ellos.
Cada familia alrededor de su fogata esforzándose para que la suya sea la mas colosal, la mas calcinante.
Calentados por la pira sanjuanera la mitad del cuerpo y la otra a merced de la noche más fría del año, los mayores combatían la gélida jornada con ponches en grado de ebullición.
Para sedar el apetito: naranjas asadas en las brazas, papas y carnes cocinadas en la misma fogata… todo eso sumergido en música de todos los ritmos, cuyas notas luego de nacer en cada puerta de calle, se mezclaban en la cada vez mas gigantesca consola de humo que palmo a palmo disputaba el hogar a los elementos de la atmósfera.
Para sedar el apetito: naranjas asadas en las brazas, papas y carnes cocinadas en la misma fogata… todo eso sumergido en música de todos los ritmos, cuyas notas luego de nacer en cada puerta de calle, se mezclaban en la cada vez mas gigantesca consola de humo que palmo a palmo disputaba el hogar a los elementos de la atmósfera.
Con cierta frecuencia aparecían pelotones de “saltamontes” con forma humana que raudos cruzaban los aires lamidos por las llamas, chamuscándose sucesivamente en cada fogata...Esos eran los “San Juanes” que enlazaban familias y vecindarios enteros una noche al año.
Hoy, en aras de la salud del medio ambiente (que también es la nuestra) sólo serán recuerdos cobijados entre los mas hermosos de nuestra estantería. Recuerdos que no deben ser cubiertos con la insípida imposición del mercantilismo de masticar salchichas ni sobetear improvisados amuletos.